miércoles, 7 de enero de 2009

¿El Mejor Recurso Didadáctico?

Sin duda que el mejor recurso didáctico debe ser el profesor, por lo que a mi juicio es el recurso que más debe perfeccionarse en cuanto a presentación, pronunciación y volumen de voz (tal como lo hizo Jaime), uso del espacio (como en el caso de la clase de Claudia), en el uso del lenguaje de las manos (que le sale tan bien a Alex) y control del tiempo y de las pausas. Es obvio que nadie nace sabiendo orar y que la mejor manera de perfeccionarse es practicando, pero hay que hacerlo siendo consiente de todas las técnicas recomendadas para el buen orador (cosa difícil pero no imposible) y así tal vez, después de varios años de pararse delante de los alumnos nos salga parecido a lo que Paola quiere que logremos. Y como dije, creo que la clave para mi es parase delante de los alumnos y pensar en cómo lo estoy haciendo y no solo dejarme llevar por la vorágine de la clase propiamente tal, traer la clase programada para no improvisar los tiempos y si la clase lo amerita usar recursos de apoyo (papelógrafo, data para mostrar fotos o cuadros u otro material, retroproyector, blog, etc).

Que me dicen ¿piensan lo mismo?

sábado, 13 de diciembre de 2008

El gusto por Antuco

Hola amantes del esquí. En un diplomado en educación me pidieron crear un blog para interactuar con mis estudiantes y escribir sobre un tema, y para poder escribir algo, que mejor que de lo que a uno le apasiona. En mi caso, esquiar en Antuco. De hecho trabajo para que llegue el invierno y poder subir a Antuquito a pasar la temporada de invierno esquiando ahí. Y por qué Antuco se preguntaran muchos esquiadores, sobre todo si son de la octava región, teniendo un tremendo centro de esquí como son Las Termas de Chillán. Simplemente porque lo que tiene Antuco no lo encuentro en ninguna otra cancha de esquí. Para empezar, nuestra cabaña, y por supuesto el paisaje a orillas del Lago Laja y la vista al valle, porque va poca gente (muy poca gente) y lo mejor, la amplitud y lo entretenida de sus canchas.

Lamentablemente en Antuco no todo es bueno, como se han dado cuenta los que alguna vez han subido a esquiar a Antuco, y es la calidad de la nieve. Pero, como dice el dicho local, el que esquía en Antuco, esquía en cualquier parte. Se nota y es la pura verdad.

El gusto por esquiar en Antuco se empezó a formar cuando tenía unos 8 años y nos llevaban mis padres a conocer la nieve y a tirarnos en un trineo copiado de la serial de monitos animados de Heidi, que nunca funcionó porque tenía unos esquíes delgaditos y uno se subía y se enterraba en vez de deslizarse. Después aprendimos a esquiar y teníamos que turnarnos los esquíes. Al último le tocaban los zapatos todos mojados, y obviamente ese último era el más chico (osea yo). Con el paso de los años todos aprendimos a esquiar, excepto mis padres, y el año 81 compraron la cabaña.

Se pueden imaginar cómo hemos gozado esa cabañita, pese a que en un principio no estaba construida para la cordillera. El viento se colaba por todas partes, con decirles que en la mañana uno se levantaba peinado. Tenía una chimenea que quedó mal hecha, nunca calentó más allá de su borde. Teníamos que turnarnos para calentarnos y cuando soplaba viento el humo nos sacaba de la casa y si estábamos almorzando o cenando había que hacerlo en la escalera o en la puerta de entrada. Pero el amor es más fuerte y la recompensa la teníamos al lado de afuera. Como nuestros papás no aprendieron a esquiar y no les preocupaba si nos ahumábamos o no (de hecho, después de un invierno no volvieron a subir y nos acompañaba la Margi) una vez que mi hermano aprendió a manejar pudimos empezar a subir en los veranos a repararla. Es una cabaña chiquitita, pero en ella aprendimos a valernos por nosotros mismos. Cada uno de los hermanos tenía una trabajo. Mi hermana Daniela se levantaba a hacer el desayuno mientras yo hacía el aseo y los baños (eso si que cada uno hacía su cama). Mi hermano Andrés ponía la mesa y sacaba la basura (se la llevaba al zorrito) y mi otra hermana, Flavia, dormía. Claro que a la vuelta de esquiar lavaba la loza del desayuno y del almuerzo. La de la cena la lavaban entre Andrés y Flavia.

El centro de esquí Antuco pertenece al Club de Esquí de Los Angeles y con los hijos de los socios aprendimos a esquiar. Se formó con algunos de ellos una amistad tan fuerte que sigue hasta ahora. En un principio eramos nosotros, todos los amigos, que eramos cuidados por los socios. Hoy día se dio vuelta la tortilla y nos toca a nosotros cuidar a los niños. Que emoción ver que se repite esa parte de la historia, enseñarle a los niños a esquiar y que después se valgan por ellos mismos. De hecho mis sobrinos ya están pidiendo quedarse en el invierno una semana más de vacaciones, solos, como lo hacíamos nosotros, pero todavía falta para eso.

Así es Antuquito, no solo la nieve mala que puede encontrar el turista ocasional. Es una familia que está formada por los socios, sus hijos, sus nietos, los andarivelistas que nos ayudan a cuidar a los niños, la Lucy que es la secretaria que nos mantiene informados de todo lo que está pasando arriba cuando está empezando la temporada (¿ya nevó Lucy?, ¿el pisanieve está funcionando Lucy?, ¿el andarivel está armado?) y todos estos años de recuerdo acumulados que hicieron de ese lugar la pasión de mi vida.